Jorge Müller era un siervo destacado de Cristo, quien llevó mucho fruto en su trabajo como evangelista y director de orfanatos en Inglaterra. En cierta ocasión alguien le pregunta: “¿Cuál ha sido el secreto de su servicio para Dios?”. Müller respondió, “Hubo un día cuando morí. Morí por completo. Hice morir a Jorge Müller, a sus opiniones, a sus preferencias, a sus gustos y a su voluntad. Morí al mundo, a los aplausos y a sus censuras. Morí también a los hermanos y amigos, a su aprobación y a su rechazo. Desde aquel día, he procurado con diligencia sólo presentarme a Dios como obrero aprobado.”
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